lunes, 29 de diciembre de 2014

COUCEIRO-BUENO Y "EUROPA ANTE SÍ MISMA"

EUROPA ANTE SÍ MISMA
(J.C. COUCEIRO-BUENO, Biblioteca Nueva, 2010).

Breve reseña escrita por Lucía de Fraga el 29 de marzo de 2010

Tratando de descubrir cuál es esa doncella fenicia que Zeus raptó transformado en toro, suena a lo lejos, más allá de mi ventana, unos veros alemanes que dicen “O Freunde, nicht diese Töne” y mi cuerpo se estremece al volver a escuchar el Himno a la Alegría, que se dispersa y crece en cuellos y voces. ¡Corre, corre!, Bella Europa, no seas cautiva del dios lascivo.

Todo permanece en calma ahora. La otra Europa, peina sus cabellos y se desnuda ante el gran espejo del mundo, contemplando su cuerpo cuajada de pueblos y naciones en un devenir de razas y religiones, porque Europa es ajena a sí misma; quitémosle la venda de los ojos y que su cuerpo hable con su cuerpo, que se descubra a sí misma en un monólogo interno y recuerde el pasado. Ha de mirarse a sí misma para poder verse en el “otro” del que se nutre o si no, el desnudo delante del gran espejo del mundo sólo descubrirá su amarga calavera y, entre “un ser y no ser”, será suyo y no del pobre Yorik el cráneo que sustente, acuciada por el péndulo del vil metal del capitalismo que se cierne sobre su cabeza como una guillotina presta a soltar la cuerda.

La mirada en el “otro”, la aceptación como propia de la radical diferencia y la influencia oriental son el antídoto contra la disolución de una Europa madre de la Filosofía. Hermana, esposa y amante, en su papel de madre guarda el gran legado sin el cual estaríamos ante su ocaso. Europa ha de ratificar las cualidades que la determinan frente a su propia existencia. La mirada del “otro” no es impasible, sino que interactúa con los ojos de nuestro continente y, desde la distancia, le hacen tomar autocrítica.

Poetas, músicos, escultores, pintores, arquitectos que se alcen de sus ennegrecidas tumbas y entonen el verso de la novena de Beethoven “O Freunde, nicht diese Töne”. Como el sordo maestro triunfó en su estreno y vibró el teatro en su día, que la voz de la Bella Europa ahuyente al lascivo toro plutócrata e inhóspito.

Lucía de Fraga

miércoles, 23 de abril de 2014

¿QUIÉN DIJO MIEDO?: YO

Día Internacional del Libro. Aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare. Sant Jordi en Catalunya... Y aquí la que les escribe como siempre con los párpados entornados, pero también con cierto movimiento de tripas, vísceras y órganos alterados.
Llueve a raudales y a las seis de la tarde estaré en la caseta de la Librería Arenas de A Coruña firmando ejemplares de "Las esferas celestes".
Siento un inquietante Pom-pom-pom-pón que no es "La Libertad llamando a la Puerta" de la Quinta Sinfonía de Beethoven, sino mi propio corazón que, a fuerza de huir de la parafernalia de los convencionalismos sociales, se ha vuelto un ermitaño. Sin embrago, nada tiene que ver con aquel "Beatus Ille" que huye del mundanal ruido y encuentra reposo en su retiro.
No, no. Definitivamente hoy estoy de todo menos brillante, pero ¿acaso puedo luchar contra los elementos? Supongo que algún vitalista ingenuo -y por qué no decir un poco cretino- de ésos que nos hablan de las bondades de la vida, cuando estamos más que jodidos -y ya no nos responde ni la voluntad ni las pulsiones más básicas-, me diría que sí, que luche contra los elementos. De todos modos, ¿cuáles son esos elementos? Si descarto la lluvia, mi propia ineptitud social -que tan bien disimulo bajo capas de rimmel y "rouge"- y el "Yo soy yo y mis circunstancias" orteguiano... ¿Qué queda? Pues mi propio miedo: "Todos te temen, aunque tú te temas mucho más" ("Nunca Supe bailar" de Las esferas celestes de esa tal Lucía de Fraga). Aquí tengo que hacer una importante puntualización, porque no es lo mismo un vitalista ingenuo e inconscientemente cretinoide que cree que vive en el Paraíso donde cae maná del cielo que una persona realista que sabe centrar a uno cuando pierde el Norte, el Sur, el Este y el Oeste y nos pone las gafas adecuadas para que veamos las cosas en su justa medida. Y ¿que a qué viene todo esto con respecto al Día Internacional del Libro? Pues, simplemente, Señores y Señoras, que una se siente diminuta cuando tiene que salir a escena.
Pero ya no se trata de eventos sociales, acontecimientos de figuración, sino de las cosas más absurdas y cotidianas como ir a un gimnasio, tomar un café con alguien o entrar en una boutique con la marca XXXL grabada a fuego en la cabeza.
¿Miedo? Sí. Aunque ahora que lo pienso, ¿no será miedo al miedo? Eso es toda una sobredosis de angustia y mi hemisferio cerebral izquierdo, que se cabrea mucho con su homónimo opuesto, está pegando gritos, porque se resiste a tener que soportar una carga de histerismo que ni siquiera existe.
El hemisferio cerebral derecho, tan cobarde, pacato, mezquino y apocado, se rinde ante la racionalización de las emociones y los sentimientos que hace la izquierda y que pone en marcha la militancia activa contra la dictadura del miedo derechón para echarse a la calle y preguntarse: "¿Quién dijo miedo?". Yo, porque sólo conjurándolo, desaparece por completo.
"V" de Venganza (que te jodan lado derecho) y VICTORIA (¡Viva, Hemisferio Izquierdo!).

L. de Fraga.